lunes, 26 de enero de 2015

Revelación de Silver Surfer (Estela Plateada para los picantes [Surfista de Plata para los más picantes])

Hace años que trabajo para mi jefazo Galactus. La paga no es mala, para qué andamos con cosas, sin contar el beneficio personal que saco de negociar con las naciones de los planetas alimenticios de mi amo. Pero las cosas no son cómo las pintan las historietas infantiles que la mayoría de ustedes disfruta. Me explico:

Casi todo el personal en Tierra cree que Galactus, el devorador de mundos, destruye totalmente los planetas de los cuales usufructa, pero no es tan así, no señores. Sucede que diversos planetas albergan nutrientes distintos, y a veces el antojo es sólo de minerales, organismos vegetales o, incluso, vida consciente. En este último caso es cuando las cosas se ponen más interesantes, porque el amo no es una bestia sin corazón que devora mundos a lo loco, oh no, nada de eso. Don Galactus es un gentleman interplanetario y negocia con calma los pasos a seguir para conseguir una comida decente en este absurdo cósmico. Ahí es cuando entro yo, su representante legal y maestro de los pactos alimenticios: si el míster necesita su buena cuota de vida consciente para nutrir su cuerpo energético -digamos, uno o dos continentes atiborrados de personas- yo me reúno con los líderes políticos del mundo en cuestión, para acordar los términos del negocio. En general otorgamos algunos adelantos tecnológicos a las aventajadas naciones a cambio de un continente subdesarrollado, que es uno de los platillos favoritos de mi amo. A veces, hay planetas muy desarrollados en los cuales no existe ni la pobreza ni el hambre, en esos casos la negociación es más compleja y debemos hacer competir a las naciones por nuestros adelantos, las cuales se enfrascan en guerras fratricidas que casi siempre tienen como consecuencia el fin de ese planeta a manos de una hecatombe nuclear, lo que está muy bien porque al jefe le encantan los platos asados o ahumados.

Cuando las necesidades nutricias de Galactus apelan a la vida vegetal o a lo mineral, también negociamos con los líderes, por ejemplo: toda la madera de su planeta a cambio de las ecuaciones necesarias para los viajes estelares. Así, míster G se alimenta de madera mientras cientos de naves surcan el sistema en busca de nuevas aventuras, qué inocentes. Luego mi jefe, con el humor que lo caracteriza, clava las ingenuas naves en su anticucho cósmico y disfruta de algunos aperitivos antes de nuestra siguiente parada.

En fin, creí menester aclarar estas cosas, puesto que se nos achaca ser unos salvajes depravados hambrientos de mundos pletóricos de vida. Quizás somos hambrientos, pero somos decentes.

Una selfie del jefazo (cada día más guapo)