lunes, 25 de agosto de 2014

política subversiva corporal (al cagar)

Ataque al status quo en dos frentes:

La velocidad de la cagada es directamente proporcional al nivel de modelación que usted ha absorvido de la digna sociedad donde nació y, por supuesto, aprendió a cagar.

Yo propongo tomarse un tiempo de relajación. Ojalá la tasa acolchada, ojalá un choapino bajo sus descalzos pies. Se trata de ir aprendiendo a abrir otro ojo mirando hacia fuera sin temer. Dejar salir pausadamente, sin apuros. Un nuevo control de esfínter, menos agresivo, expuesto al sentir. Relajándose así hasta de leer dan ganas, lo que nos lleva al segundo frente de ataque: qué y a quién leer mientras se caga. 

Tal vez a insignes intelectuales o a connotados poetisos, espíritus modernos y mestizos. A diversidad de creadores, quizá conservadores, rebeldes, académicos establecidos, marginados de la ciudad letrada, advenedizos. Todos los leídos deben ser deshonrados por aromas, texturas y sonidos precisos. A su vez, los escenarios y situaciones ingresarán en el cuerpo expuesto, que mientras expulsa excremento es penetrado por la literatura.

Este es un acto político del cuerpo, una desprogramación de la concepción sobre el cagar cotidiano que lo ve como algo infecto, repelente, que debe hacerse diligentemente. 

Quizá puede acusárseme cierto ánimo intelectual por proponer una acción subversiva mediante lectura. Pues entonces soy más preciso: es una proposición para quienes compartan un espíritu lector obstinado y un afán del cuerpo por liberarse. Leer y cagar son dos campos de batalla fundamentales en mi lucha personal contra el capitalismo heteronormativo, podrían serlo también de alguien más.

Yo creo que las mentes se abren al abrir sus anos frente al espejo de la literatura.

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