martes, 21 de julio de 2015

Estirar el chicle

Un arte notable, extraordinario, sólo para mentes agudas, para pechos a los cuales no entran balas, a pesar de escuchar una detonación tras otra, a pesar de temblar y estar al borde de un ataque de nervios. Llevo años en este circo y mi talento no ha claudicado, sigo estirando el chicle y éste no se rompe, sus cualidades son notables, la savia desde la cual nació ha de haber sido sagrada.

¿Es mi técnica, depurada en una y mil estiradas previas, la razón de este poder, o tal vez la calidad admirable de mi chicle?

Un día que temí se rompiera lo llevé hasta los límites más absurdos, para probar, para terminar esta supuesta farsa, pero el mundo se comprimió para evitarlo. ¿Qué fuerzas superiores, qué sincronía, qué concatenación de acontecimientos me ha permitido llegar hasta acá?

El chicle se debió haber roto hace años pero heme aquí aún, masticando, rumiando, preparado para la siguiente prueba de estiramiento... ¿será la última? Si algún dios existiera no me permitiría ser tan desaprensivo y oportunista. Según la moral que enseñan y promueven en mi comarca seré prontamente castigado, no me saldré con la mía una vez más. ¿Pero si lo logro?

Probablemente haya dioses para todos los gustos.