sábado, 31 de enero de 2015

2055: una odisea corporal (III parte)

Despiertas. Estás apoyada en un portón, magullada y adolorida tanto física como mentalmente. Tus ropajes están llenos de sangre seca, los recuerdos de la violencia se agolpan en tu mente, estás inimaginablemente cansada. La ira te inunda y juras venganza, mientras tanto caminas, exploras el lugar donde te dejaron esos cerdos. Sobre el portón dice: "San Joaquín. Comuna de los inviables". Al principio no entiendes, pero pronto tus dudas se disipan, ves a los tullidos caminando y/o arrastrándose por las infectas calles del vecindario, niños a los cuales faltan brazos o piernas corren hacia ti para pedirte dinero. Te libras de ellos y cojeando entras a un restorán, "El pollo zapallo". Allí está lleno de viejos paralíticos ebrios y drogados, no te prestan la más mínima atención hipnotizados por la pantalla plana de 80 pulgadas ubicada sobre el bar. Las noticias son escalofriantes: se demostró científicamente la inutilidad de los campos de re-educación. Los internos serán exterminados a las 0:00 hrs., es decir, esta misma noche. 

Piensas, tu familia o lo que queda de ella está allí, tienes que hacer algo. Te hierve la sangre, deseas destruir a los que mandan en esta ciudad de porquería. En medio de tu desesperación vuela una muleta y la pantalla estalla en peligrosos y cortantes pedazos. El loco que la lanzó no entiende nada, fuiste tú la que lanzó el fierro ortopédico, eres tú la que está levantando -a su manera- a todos los tullidos. Eres tú de nuevo, has recuperado tus poderes mentales, te eriges en líder de un grupo de renegados, de un ejército de discapacitados, como los llama el gobierno.



* * *

En la sede de gobierno están preocupados, nadie entiende cómo los inválidos han podido llegar tan lejos, ya se acercan a la moneda, están a sólo dos cuadras, los tanques no pueden con ellos, por cada muerto aparecen diez nuevos monstruos, son imparables. Y tú estás detrás de todo, tú les das la fuerza, tu rabia ilimitada les da la energía para llegar hasta la entrada, donde los espera el capitán que ya conoces.


-Vamos a entrar -dices, con calma, como si el destino del Estado-Nación no dependiera de ello.

-No lo creo -responde el capitán-. Ya nos has dado muchos problemas, es hora de acabar contigo.
-O contigo -dices desafiante, haciéndote a un lado para dejar pasar a tu ejército, que a muletazo y bastonazo limpio acaba rápidamente con el capitán que tanto daño te hiciera el día de hoy, el día de tu nacimiento. 

No habías pensado en ello, en todo lo que ha pasado tan rápido, en lo que has tenido que vivir, pues de haber nacido y sido criada en un ambiente menos hostil podrías haberte convertido en un dios o una diosa, en alguien lleno de bondad, un aporte positivo a la humanidad. No fue así, te lamentas, sin embargo las cosas cambiarán, lo quieran los demás o no. 
En ese momento el Capitán-General en su bunker subterráneo, inundado por el temor de tu llegada, da la orden definitiva. Se lanza una bomba nuclear que acabará con toda la vida en dos kilómetros a la redonda. La ves caer, viene hacia ustedes, gritas.


¡BUM!

Despiertas. No sabes cómo, en el último momento, tu mente volvió a viajar. Te rodea el metal anti-nuclear, estás en el bunker del Capitán-General, pero ¿dónde está él? Miras a un espejo y te das cuenta: ahora eres él.



[continuará]

lunes, 26 de enero de 2015

Revelación de Silver Surfer (Estela Plateada para los picantes [Surfista de Plata para los más picantes])

Hace años que trabajo para mi jefazo Galactus. La paga no es mala, para qué andamos con cosas, sin contar el beneficio personal que saco de negociar con las naciones de los planetas alimenticios de mi amo. Pero las cosas no son cómo las pintan las historietas infantiles que la mayoría de ustedes disfruta. Me explico:

Casi todo el personal en Tierra cree que Galactus, el devorador de mundos, destruye totalmente los planetas de los cuales usufructa, pero no es tan así, no señores. Sucede que diversos planetas albergan nutrientes distintos, y a veces el antojo es sólo de minerales, organismos vegetales o, incluso, vida consciente. En este último caso es cuando las cosas se ponen más interesantes, porque el amo no es una bestia sin corazón que devora mundos a lo loco, oh no, nada de eso. Don Galactus es un gentleman interplanetario y negocia con calma los pasos a seguir para conseguir una comida decente en este absurdo cósmico. Ahí es cuando entro yo, su representante legal y maestro de los pactos alimenticios: si el míster necesita su buena cuota de vida consciente para nutrir su cuerpo energético -digamos, uno o dos continentes atiborrados de personas- yo me reúno con los líderes políticos del mundo en cuestión, para acordar los términos del negocio. En general otorgamos algunos adelantos tecnológicos a las aventajadas naciones a cambio de un continente subdesarrollado, que es uno de los platillos favoritos de mi amo. A veces, hay planetas muy desarrollados en los cuales no existe ni la pobreza ni el hambre, en esos casos la negociación es más compleja y debemos hacer competir a las naciones por nuestros adelantos, las cuales se enfrascan en guerras fratricidas que casi siempre tienen como consecuencia el fin de ese planeta a manos de una hecatombe nuclear, lo que está muy bien porque al jefe le encantan los platos asados o ahumados.

Cuando las necesidades nutricias de Galactus apelan a la vida vegetal o a lo mineral, también negociamos con los líderes, por ejemplo: toda la madera de su planeta a cambio de las ecuaciones necesarias para los viajes estelares. Así, míster G se alimenta de madera mientras cientos de naves surcan el sistema en busca de nuevas aventuras, qué inocentes. Luego mi jefe, con el humor que lo caracteriza, clava las ingenuas naves en su anticucho cósmico y disfruta de algunos aperitivos antes de nuestra siguiente parada.

En fin, creí menester aclarar estas cosas, puesto que se nos achaca ser unos salvajes depravados hambrientos de mundos pletóricos de vida. Quizás somos hambrientos, pero somos decentes.

Una selfie del jefazo (cada día más guapo)

lunes, 19 de enero de 2015

aforismo inútil (infringiendo copyright)

Escribir la tesis en verano es igual a un académico en calzoncillos.

(Un académico en calzoncillos no suena muy académico, pero está bueno eso, es como decía un amigo: hay que leer a Borges en el baño, cagando, para desacralizarlo. En fin, es en calzoncillos y no desnudo para evitar llenar de sudor las superficies que albergarán mi peludo trasero).

lunes, 12 de enero de 2015

2055: una odisea corporal (II parte)

Sales rápidamente de la habitación, caminas por un pasillo blanquecino mientras a tus espaldas aumentan los gritos y las correrías de quienes hallaron el cuerpo destrozado del médico que insultó a tu madre. Antes de salir del edificio ingresas a la base de datos desde un computador abandonado a causa del alboroto, encuentras allí la dirección de tu madre: José Arrieta #10.300. Costó pero encontraste el lugar, ubicado en la parte alta de la ciudad, sitio preferido por quienes ostentan estilos de vida alternativos. En la entrada una cinta de seguridad policial te pone en guardia, algo sucedió aquí, la puerta está desmarcada y astillada. Gritas y no aparece nadie, un par de vecinos se asoman tímidamente desde sus ventanas, no te dicen nada, se esconden tras las cortinas. Entras y te das cuenta que el lugar está destrozado. Un niño aparece bajo los escombros de lo que fuera un invernadero, te saluda alegremente:

-¡Hola tía! Estaba mirando nomás.
-¿Qué pasó aquí? -preguntas, llena de dudas y temiendo lo peor.
-¿Cómo, no cachó el operativo? -responde el niño, con un gesto de curiosidad y desconfianza en sus ojos.
-¿Qué operativo? No sé nada, sólo venía a ver el lugar del cual proviene... provenía mi madre. -Ahora sí que tus pensamientos son funestos, esto no puede ser nada bueno.
-Ah, vinieron los pacos po, apalearon a todo el mundo y se los llevaron detenidos, de ahí hicieron pebre el lugar, dijeron que era un antro de perversión.
-¿Y nadie hizo nada?
-Sipos, claro que hicimos, aplaudimos la limpieza que hicieron. Ahora el barrio se libró de esos jipis cochinos... eso dice mi mamá por lo menos.

Con profunda tristeza exploras el lugar, hasta que por descuido tropiezas con un madero y te tuerces el tobillo, quedando coja. El dolor físico es algo nuevo para ti, lo experimentas con asombro. Estas levantándote cuando llega la fuerza pública, cuyo superior te mira con odio y se aproxima amenazante a ti. Te levanta de un tirón, te empuja, nota tu cojera y te encierra en la camioneta. Has sido tomada por otro miembro de la comunidad y tus gritos no surten efecto alguno en el accionar primitivo de la policía.

-Se había escondido la perla, ahora va a ver lo que es bueno -se jacta el superior-. Está rica igual la jipona, ¿y si hacemos una paradita antes de llevarla a donde pertenece?

Los demás oficiales celebran la iniciativa de su superior, saben que les tocará una parte del "botín". El superior abre la puerta trasera de la camioneta e ingresa a la cárcel-móvil. Con rostro sereno te mira y procede a darte una bofetada que te tira al suelo.

-¿A dónde me llevan? -preguntas atragantada en tu propia sangre, el golpe te ha roto el labio inferior.
-Usted tranquila, mamita. La devolvemos a su comuna, llena de tullidos y horriblidades como usted. Pero antes nos va a hacer un favorcito...
-¿Qué favorcito? ¿Dónde está mi familia, dónde están los demás?
-¿Los jipis esos eran su familia? Fueron llevados a distintos campos de re-educación. Ya debería saber que la independencia ideológica está penada por la ley. Debemos acoplarnos a las formas de vida promovidas por el Capitán-General.
-¿Capitán-General?
-¡Sshhh! ¿Naciste ayer? En ese caso, le vamos a enseñar un par de cositas sobre el ser mujer -dice el capitán con gesto malicioso. Luego procede a desnudarte con violencia, palparte, aferrarte, penetrarte: violarte.

Nunca imaginaste dolor semejante. En vano tratas de despegar de tu cuerpo, tal cómo habías hecho al salir del tanque, tal vez poseer a algún oficial, apoderarte de su fuerza bruta y matarlos a todos. Por una razón desconocida ya no tienes la capacidad de hacerlo y debes aguantar en este cuerpo mujeril las horribles vejaciones a las que se te somete por algo de dos horas, luego de lo cual pierdes el conocimiento.

[continuará]

viernes, 9 de enero de 2015

2055: una odisea corporal (I Parte)

Despiertas. Estás dentro de una especie de tanque vital, nadando en caldos primarios que irrigan vida a tu organismo. No recuerdas cómo llegaste aquí, aunque en realidad te das cuenta que no importa. El espacio es reducido, pero lo exploras lentamente. Al girar te das cuenta que un cable une tu estómago con el tanque. Lo tomas en tus manos y comienzas a visualizar lo que está fuera de tu territorio: el mundo exterior. Al principio es difícil, hay mucha luz y esta te daña los ojos, poco acostumbrados a la luminosidad artificial del lugar en que te encuentras. Lentamente las formas se van definiendo, el firmamento es blanco, hay otros seres a tu alrededor, acostados, quejándose, durmiendo, observando una pantalla estruendosa y resplandeciente. Sin soltar el cable piensas en irte de allí y creas un efecto en el contenedor, que comienza a moverse. Descubres piernas, brazos, te levantas de la cama, te afirmas de los objetos que encuentras en tu camino y avanzas, cruzas un umbral, luego otro y ya estás fuera del edificio. Hace un día claro de cielo grisáceo como el piso que tus nuevos pies van aplanando ¿pero son tus pies? Sigues dentro del tanque y lo habías olvidado, al parecer te hiciste con el control del mismo. En la calle te inunda una extraña diversidad de colores, presente en las vestimentas y construcciones, así como en pantallas centelleantes. Como si eso no fuera suficiente para aturdirte, los chirriantes sonidos de la calle te desorientan al punto de atravesar descuidadamente una avenida y ser arrollado, sueltas el cable y vuelves a la seguridad del tanque, que se bambolea peligrosamente y te hace girar, golpeándote varias partes del cuerpo con su contorno, para finalmente perder el conocimiento.

Despiertas. Estás dentro de una especie de tanque vital, nadando en sintéticos caldos primarios que irrigan vida a tu organismo. Algo atontado dejas pasar los minutos mientras figuras borrosas se mueven de un lugar a otro en el exterior. De pronto recuerdas, buscas el cable y no lo encuentras, estás encerrado sin más remedio, comienzas a gritar. Las figuras se acercan a ti y reconoces las siluetas de seres como los que conociste en tu vida anterior. Sus voces son claras, aunque no las entiendes:


-¡Cómo llora, doctor! Pobre chiquillo. Ni siquiera estar listo para nacer y ya encontrarse solo en el mundo.

-Tampoco le esperaba un futuro muy prometedor, le recuerdo que la madre era drogadicta.
-Tengo entendido que vivía en una comunidad ecológica...
-Sólo formaba parte de un grupo de vagos, hijos de familias ricas con ínfulas de diversidad y ambientalismo. Una tropa de maniacos sexuales y toxicómanos, entregados a orgías diarias bajo los efectos del opio y psilocibes.
-Aún así, pobre guagua...
-Su loca madre tiene la culpa, intentó escapar y pagó el precio. Por la guagua no te preocupes, el Estado se encargará de su educación. Será un individuo útil para el desarrollo de nuestra sociedad.

Mientras las voces suben y bajan su frecuencia no dejas de gritar y lloriquear, te afirmas del vítreo contenedor que te alberga y éste explota en el acto, dirigiendo todas sus partes quebradas al pecho del hombre. La mujer que lo acompañaba, que ahora ves con claridad, grita desesperada, se acerca para tocarte, preocupada de tu bienestar, pero al palpar tu piel tu cuerpo se desvanece y te confundes, pues ahora estás mirando la camilla y buscando con tus manos algo que no está allí. Nuevamente controlas un cuerpo, y parte de la mente de su antigua dueña ha quedado contigo: ahora el lenguaje es tuyo. Logras comprender la conversación que hubo sobre ti y ello te permite decidir tu próxima acción: irás a la comunidad de la cual tu madre provenía.


[continuará]