jueves, 31 de diciembre de 2015

propósitos para el 2016

-Leerme todos estos libros que están a medias
-Escribir mi primera novela
-Ganarme una beca para irme de este nido de ratas
-Tomar clases de dibujo
-Encontrar un deporte que me agrade y practicarlo
-[Espacio por llenar con nuevas ideas]

lunes, 28 de diciembre de 2015

hoy, en tragedias de la vida pública: los urinales

Los urinales me provocan un terror mítico. Buscando fotos para acompañar este texto (que ni siquiera está escrito mientras explico esto) descubrí que me refiero a los urinales y no a los orinales, pues estos últimos hacen referencia a los artefactos que en nuestro país conocemos como "pelelas", "bacinicas" o las hospitalarias "chatas".


En múltiples variedades y formas, como usted, como yo.


El orinal es individual, singular, personalizado, amable. En cambio el malévolo urinal es público, múltiple, plural, lo que trae diversos problemas, tales como la proliferación de las más aborrecibles infecciones, gérmenes maliciosos y bacterias insidiosas, por no mencionar los aromas más infectos y emponzoñados que toque oler en un día normal. Así es, cuando menos se la espera, el ansia por miccionar nos domina y debemos utilizar un baño corrompido por usuarios previos, sumido en una impureza de la cual no nos podrá salvar ni el más aguerrido pato purific.

Muy gallarda postura pero te espera una triste y progresiva desintegración.
Ahora, lectores y lectoras, imaginen vuestro externo genital (lectoras, les pido algo más de imaginación aquí) ingresando en una caverna desconocida, sarrosa, desteñida y desvencijada, con la finalidad de expulsar vuestra orina, una transacción que podría ser tan simple e higiénica, pero se ve entorpecida por un diseño ignominioso, una arquitectura infame que sumerge al pene en un abismo, en un vórtice de suciedad, sucumbiendo a la inmundicia, a una polución colectiva de la cual todos somos cómplices.

Permiso, voy al bañ... oh no, ¡the horror!
Y por si todo esto no fuera poco, luego de darlo todo, de aguantar el asco más absoluto, viene el cuestionamiento moral de tirar o no la cadena. Dependiendo del tipo de sistema, algunos privilegiados flexibles larguiruchos como yo podemos tirarla con nuestro pie, flexionando nuestra pierna a alturas y posiciones ridículas. Pero a veces ello no es suficiente y luego de despedirnos de nuestros desperdicios nos lavamos las manos con brío, friccionando enérgicamente e, incluso, evitando el secador automático, otra cuna de malevolencia bacterial, solo para encontrarnos frente a frente ante una manilla que nos cierra el paso, un pomo que ha sido manoseado por dedos y palmas que, al contrario de maniáticos como uno, no se han lavado las manos. Y el drama continúa, pues en la mayoría de los casos el diseño de las manillas imposibilita el uso de nuestros pies para llevar a cabo la maniobra de apertura. Desesperado busco un trozo de papel higiénico que me auxilie a modo de guante, pero la búsqueda es infructuosa, por lo general éste ha sido robado o, simplemente, nunca existió. Luego de minutos de inquietud, el ingreso de otro usuario otorga la oportunidad de salir sin tocar manillas ni puertas, alcanzando así la ansiada libertad, aunque el miedo a la enfermedad persiste hasta llegar a casa y darse un baño benefactor.

Con amigos que lo entienden a uno, que no lo juzgan.

lunes, 21 de diciembre de 2015

dónde está la calmeichon

La ansiedad me genera ansiedad. Intelectualmente tengo clara la pilícula, y ni siquiera estoy estresado, pero las sensaciones corpóreas de la ansiedad se siguen avalanzando sobre mi pecho. Creo que la ansiedad me da ansiedad, el temor de experimentarla me pone ansioso, así como la mala actitud de pensar es-será eterna. Círculo extraño, difuso. Dónde venderán nervo-calm, dónde hallar a un maestro-a budista que me enseñe a soltar. Tengo miedo de morir, de caer, de no poder respirar con calma otra vez.
Entonces me digo que me faltan sueños, me falta creer y crecer. Me cansé del estancamiento, quiero liberarme, cantar, dibujar, contar historias. Enamorarme diariamente, sorprenderme, callar, entregar, llorar, reír. Queda tanto por hacer, me quiero sacudir el polvo, desnudarme, abandonar mis viejos ropajes. Emborracharme de visiones, ser en el mundo otra vez, creer en mí. Puedo ser más que este malestar, ya lo soy... no se me tiene que olvidar.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Nadie se quiere

Lo que no quiere decir que todos se odien, pero puchas que se tiran mierda. Por ejemplo el otro día fui a registrar unas jornadas sobre patrimonio y tuve que grabar la discusión de pequeños grupos en torno a medidas y propuestas sobre patrimonio rural (ultra fome, pero en fin). Cuando estaba haciendo la pega de transcribir (no se la deseo a nadie) en cada grupo apareció de repente una crítica a quien moderó el encuentro, señalando que no lo sabía hacer bien, que no dejaba a hablar a la gente, que no tenía experiencia, que forzaba las respuestas, etc.

Lo divertido (y triste) es que la moderadora, antes de los trabajos grupales, en un pequeño break, me comentó lo pencas que le parecían los invitados, lo poco colaborativos a pesar de que se les paga, lo negativos respecto a las políticas públicas, lo monopolizantes que eran algunos para hablar, etc.

Y me parece que así es la gente en general, como por estas comarcas no somos buenos para decir de frente cosas que no nos parecen o causan molestia optamos por el cuchicheo penca, pelador, maletero. Una lata, pero ¿qué se puede hacer más que tratar de no ser así uno mismo?

lunes, 7 de diciembre de 2015

adiós juana maría

Es difícil pero debo despedirme. Qué tontera darle tantas vueltas, cuestionarse lo evidente.

Tuvimos buenos momentos, sí, alegrías, risas, críticas y pensares de alto vuelo que ya no volverán, al menos en su forma clásica, pendeja tal vez, pero funcional por varios años, hasta ahora.

En el último tiempo te dejé de disfrutar y, aunque me costó aceptarlo, todo parece evidenciar que nos debemos separar. Espero lograr por mi cuenta todo lo que me ayudaste a alcanzar, seguir creciendo a pesar de no tenerte dentro mío.

Te saludaré de lejos y no hablaré mal de ti, porque el problema en esta relación siempre fui yo. Mi hipersensibilidad pasó la cuenta y ya no disfruto los estremecimientos que me provocas. Y claro que tengo miedo de enfrentarme solo a este mundo vacuo y absurdo, pero debo hacerlo, es mi destino.

Adiós querida Juana María.




Actualización 13-12-15: Volví a caer en tu flagelo. Y a pesar que tienes momentos de lucidez y diversión, los tremores a los que me induces son de lo pior. Un grado de adicción hacia ti habrá, sin duda, para seguir tropezándome en la misma piedra. Tu lado sativo es muy saltón, supongo que podría esperar a que te pongas más indica, que es tu faceta harto más tranqui y nunca me ha fallado. Sí, eso haré, por mientras piola, sin ti, tranquilito, sin ansiedad, no, sí, no.