domingo, 10 de enero de 2010

ideas en la planta baja de la biblioteca austral


Arriba los centinelas del cholguán organizan su ejército de conciencia
para perdurar el orden de sus mayores.
Endebles techos patrios no resolverán el enigma.

Los orfebres del delirio se entregan a lecturas desmedidas:
tortugas antropomorfas ejecutivas
no se encuentran en aretes ni en ilusiones,
son más libres que un cauce entreletrado de esquizofrenia.

El transporte público muta y transubstánciase por dentro.
Se reclama la condición de estudiante
con pobres argumentos para un chofer educado en
la academia de micreros budistas.

Vértigo largo de andamios celulares
sin señal en la planta baja.
Arrojándose a la desconexión libresca
lejos de inverosímiles descuentos chilotes.

En el subterráneo se dictará el veredicto,
guillotinazo borgeano, un aleph de hilo curado
me pierde los dedos en el ojeo.

Tristes metales cierran el paso,
frontera que separa la libertad
de la excreción literaria.



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