martes, 13 de mayo de 2014

Enemigo Mío

Enemigo mío es la primera de tres novelas que abordan la relación entre la humanidad y los Dracs. Publicada por primera vez en su versión corta el año 1979, en la revista Asimov’s Science Fiction, es continuada por The Tomorrow Testament (1983) y The Last Enemy (1997), actualmente publicadas en conjunto en The Enemy Papers (1998), que incluye una versión más larga de la primera. La que yo leí es la primera versión de la historia, es decir, la novela corta publicada el año 79 y traducida el 81 por César Terrón en la revista española Nueva Dimensión, número 139. Al igual que la novela corta de Varley, ésta también fue ganadora de los premios Hugo y Nebula, de 1980. 

Barry B. Longyear, nace en 1942, en Pennsylvania, E.E.U.U. Luego de cursar sus estudios secundarios va por dos años a la Escuela de Arte Comercial de Pittsburg, para luego retirarse en 1962 y enlistarse en el ejército. Según cuenta en su página web, sirvió en la 30° Brigada de Artillería, en Okinawa, como técnico de misiles y lanzamientos, y luego con el 6° Batallón de Misiles, en Florida. Fue dado de alta en 1965, yendo luego a la Universidad del Estado de Wayne. Luego de algunos trabajos esporádicos publica su primer cuento en Asimov’s Science Fiction Magazine, en 1978, decidiendo dedicarse de lleno a la escritura de ciencia ficción y fantasía. Luego de alcanzar el éxito con la novela corta Enemigo Mío, que incluso tuvo adaptación cinematográfica (1985) dirigida por Wolfgang Petersen, es internado en un hospital para rehabilitarse de su adicción al alcohol y drogas. Sigue publicando hasta hoy en día.


Enemigo Mío cuenta la historia de Willis E. Davidge y Jeriba Shigan dos pilotos de guerra –humano y Drac, respectivamente- que en medio de una batalla en el sistema de Fryrine IV, caen con sus naves de combate en la isla de un planeta aparentemente deshabitado. La novela trata de cómo aprenden a convivir, el absurdo de la guerra, y la profundidad de la amistad. La narración comienza con los dos personajes frente a frente, insultándose mientras esperan que el otro dé el primer golpe. Davidge lo agravia y provoca con una frase aprendida en su instrucción militar: “¡Kiz da youmeen, Shizumaat!” (p. 78), es decir, Shizumaat, el filósofo más venerado de Draco, come excrementos de Kiz. La rabia del dracón es tal que exclama: “¡Irkmaan, tú estúpido Mickey Mouse ser!”. Davies no puede contener su risa, pues había prestado juramento para luchar hasta la muerte por muchas cosas, pero aquel ratón no era una de ellas. Así, distraído, riendo a carcajadas, es sorprendido por una ola gigante que lo deja inconsciente, pero Jeriba Shigan lo salva de morir ahogado.

Tras un despertar complicado, Davidge estaba amarrado, los dos protagonistas dialogan cada vez más, aprendiendo el idioma del otro y comprendiendo que no serían capaces de sobrevivir por su cuenta con las duras condiciones del planeta en que cayeron. Por ello construyen un refugio que pronto es destruido por las olas. Así, Davidge presiona a Jerry (como llama al drac) para utilizar la cápsula e intentar alcanzar el continente, que sin duda ofrecería mayores posibilidades de sobrevivencia que la isla en la cual se encuentran. Jeriba se niega tajantemente, regalándole la cápsula al humano, lo que éste no comprende. Tampoco comprende la necesidad de ir con él, ahora que tiene la posibilidad: “-Debemos ir juntos, Jerry. -¿Por qué? Noté que me sonrojaba. Si los humanos tienen esta necesidad de compañía, ¿por qué también se avergüenzan de admitirlo?” (p. 88). A causa de este diálogo, Davidge explica la soledad al drac, quien empatiza con él y le revela porqué se niega al intento de llegar al continente: está embarazado de su segundo hijo, pues el primero lo perdió en la batalla espacial que los dejó varados en ese planeta hostil. Así, pues, nos enteramos del hermafroditismo drac.

Las inclemencias del tiempo obligan a los protagonistas a protegerse en la cápsula, acción que deja nuevamente inconsciente a Davidge, quien sueña con su instrucción militar, lo que ilumina su educación con respecto a su propia familia (humanos) y a los otros (dracs). En la instrucción se estudia superficialmente a los dracs, burlándose de características físicas como su color, olor, cantidad de dedos (tres). En el recuerdo, el teniente señala un pliegue en el vientre de la figura de un drac, indicando: “-Aquí es donde el drac tiene sus joyas familiares… todas. –Más risitas-. Sí, los dracones son hermafroditas, con los órganos reproductores, tanto masculinos como femeninos, contenidos en el mismo individuo” (p. 91), para luego preguntar: “Si ven una de estas cosas, ¿qué harán?”. La respuesta de los soldados es contundente: “-MATARLA…” (p. 92).

Al despertar, es grande la sorpresa de Davidge, pues está vivo, fue salvado nuevamente por el drac, pues éste empatizó con su soledad. Entonces encuentran una cueva, pasan los meses y se preparan para resistir un duro invierno. Todo ese tiempo compartido los lleva a dominar el idioma del otro, lo que trae consigo la posibilidad de alcanzar conversaciones profundas y de mayor comprensión mutua. Una de las más importantes nace a partir de la pregunta sobre el nombre que tendrá el hijo del drac. Jeriba Shigan explica que la línea Jeriba tiene cinco nombres: Shigan, Gothig, Haesni, Ty y Zammis, los cuales se van repitiendo en un ciclo interminable. Davidge se sorprende de que sólo tengan cinco nombres, mientras que los humanos pueden elegir entre infinitas posibilidades. Ante esa observación, Jerry dice: “Davidge, qué perdidos debéis sentiros. Los humanos… qué perdidos debéis sentiros” (p. 96). Luego se explica mejor, preguntando a Davidge por sus padres y los padres de sus padres. El conocimiento del humano acerca de su ascendencia sólo puede rastrearse hasta sus abuelos, a diferencia del drac, que es capaz de recitar la historia de su linaje hasta la colonización de su planeta por Jeriba Ty, hace ciento noventa y nueve años. Es más, en los archivos de su linaje, en Draco, puede seguirse la línea hasta el planeta natal, Sindie, otras setenta generaciones más atrás. Asimismo, Jerry explica que sólo los primogénitos conservan la línea, los productos de segundos, terceros o cuartos nacimientos deben encontrar sus líneas particulares. Con respecto al límite de cinco nombres, Jerry señala: “Los nombres son cosas a las que añadimos distinciones: son cinco nombres iguales, comunes, de modo que no oscurezcan los hechos que distinguieron a sus portadores” (p. 97). Así, el conocimiento del linaje y su recitación ante un público de sabios es requisito para ser admitido como adulto en la cultura drac. En respuesta a eso, Davidge reflexiona: “[…] empecé a comprender a qué se refería Jerry con la expresión ‘sentiros perdidos’. Un  dracón con varias docenas de generaciones en el estómago sabe quién es y a qué debe mantenerse fiel” (p. 97).


Esto es sólo el principio de una novela que se erige como un canto de celebración a la diversidad y al entendimiento. Lo que sucede luego, sólo profundiza en las ideas antes expresadas, pues por azar Davidge tendrá que hacerse cargo de Zammis, el hijo de Jerry, con todo lo que ello implica. La película, por su parte, a pesar de ser bien interesante, se queda corta en cuanto al potencial emocional de la historia, con una gran simplificación de las cavilaciones de Davidge, el contexto en que todo sucede, y un final precipitado y demasiado heroico, muy distinto al de la novela, que es reposado aunque intenso. En esta última, la crítica a la cultura de la guerra gringa, a sus instituciones tanto militares como mentales y a la rancia xenofobia de la cultura de masas (con su paradójico culto al individuo), alcanza una gran magnitud, que en la película se reduce a la esclavitud capitalista del otro (que no es algo menor, pero sí demasiado simple).

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