[Esta
historia ha sido traducida desde el lenguaje del futuro]
-Muchas
gracias por este reconocimiento. Sin duda, viene bien luego de una vida
dedicada a la investigación arqueológica en estas tierras que antes cobijaron a
una cultura tan extraña. Sin embargo, aún queda mucho por hacer, muchos
misterios por develar, el trabajo no está ni mucho menos terminado. Espero que
esto sirva para motivar a los jóvenes y, sobre todo, a las autoridades, sobre
la importancia del estudio de nuestros tiempos pretéritos, pues aquellos que
tienen claridad sobre su pasado también la tendrán sobre el futuro. Gracias.
Los aplausos
llenaron la sala un par de minutos. Luego vinieron las correspondientes
palmaditas en las espaldas y el lobby científico-político común en ocasiones
como ésta. La ceremonia de premiación “McNeef” en reconocimiento a la
investigación, organizada por la Universidad Astral y el Centro Científico de
Desarrollo de las Artes y la Historia, se lleva a cabo cada cinco años. Este
año, 2328, la profesora Grandjean se llevó el máximo galardón, por su
descubrimiento que implicó un innegable aporte en diversas ramas de la ciencia.
-Doctora, lo
que hizo fue realmente notable –exclamó el connotado biólogo Xarles Jara-.
¡Quién diría que aquí existió una civilización! Me gustaría que me explicara un
poco mejor la manera en que llegó a semejante descubrimiento.
-Mire, la
verdad fue toda una cuestión de serendipia, que es la forma elegante que
tenemos nosotros de decir que fue pura casualidad. Estaba en el río, efectuando
una observación sistemática a los cisnes trioculares, para saber si estaban
siendo afectados por los residuos de la fábrica de ojotas. De pronto me topé
con este artilugio, por llamarlo de algún modo, herrumbroso y con una forma
extraña, desconocida por mí hasta entonces. Luego
bajamos a la superficie del río y notamos que estaba lleno de estos artefactos,
aunque de distintos tamaños y formas –explicó la doctora Grandjean-.
-Y dicen que
la función aún no ha podido ser revelada, ¿cómo va eso? –preguntó Jara.
-Lamentablemente
muy lento. Mi equipo de lingüistas está trabajando duramente para interpretar
de algún modo las extrañas inscripciones, pero todavía no hay pistas sobre la
finalidad de los artefactos. Sin embargo, gracias al comprometido trabajo de
nuestro equipo de observación submarino, podemos decir que gran parte de ellos
estaban unidos a una estructura mayor que, al parecer, cumplía la función de
unir dos porciones de tierra, en las cuales se llevaba a cabo la vida cotidiana
de nuestros antepasados. Aunque todo parece indicar que la proliferación de estos dispositivos
de algún modo provocó el desplome de la estructura.
-¡Fascinante!
-Sí, y
tengo el presentimiento de que estos artilugios cumplían una función
fundamental a nivel de cohesión social. No puedo explicarlo, pero tengo esa
impresión. Creo que las inscripciones corresponden a un antiguo dialecto
utilizado por quienes nos precedieron en este territorio, cumpliendo la función
de signos informacionales que seguramente implicaban un desarrollo de la mente
y la cultura. ¿Quiere ver uno de ellos?
-¿Es posible?
Pensé que todas las muestras estaban en su laboratorio –respondió sorprendido
el profesor Xarles Jara.
-Me quedé
con el primero que encontré, lo utilizo como amuleto. Es para mí una especie de
recordatorio sobre la importancia del desarrollo científico y cultural. –La
doctora introduce una de sus manos en su escote, sacando uno de los mentados
artefactos, unido a su cuello por una cadena de plata-. Mire, doctor Jara, lea
la extraña inscripción:
Mi BB
T Amo demaciado
-Qué sarta
de incoherencias, es francamente asombroso –dijo Jara.
-Sí, pero
tengo la seguridad de que se trata de algo realmente profundo -dijo la doctora
Grandjean, mientras sacaba otro cóctel de la bandeja.
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