Pucara camina por las pestilentes
calles de Valparaíso. Tiene más de tres mil quinientos años, pero asemeja a un
joven de treinta. Moreno, de estatura media, cabello negro y poco vello, pasa
desapercibido en los países latinoamericanos, aunque ha tenido uno que otro
entuerto en sus viajes por Europa, sobre todo desde el siglo XX. Sus sentidos
son más efectivos que los humanos, por lo que el hedor a orines de la ciudad lo
marea un poco. Sin embargo, camina decidido en pos de su objetivo, encontrarse
con la extraña criatura que lo convocó mediante una breve misiva:
Pucara, descifré las señales
repartidas en algunos documentos, dando así con vuestra dirección. Le escribo,
respetuosamente, para concertar una reunión con usted, puesto que estoy
interesado sobremanera en los pormenores de su vida, larga y enmarañada aunque,
a su vez, frugal y misteriosa. Lamentablemente, por razones de incapacidad
física, no puedo abandonar mi residencia, ubicada en Valparaíso,
específicamente en el Cerro Concepción. Mi mayor deseo es conocer los
entretelones de vuestra vida, a fin de escribir una biografía basada en ella.
Soy un firme creyente en la libertad de la vida y el fin del anonimato entre
las especies no humanas. Mi caso es como el suyo, un silencio mítico me
enclaustra en una vida de agasajos, pero también de aburrimiento, por lo que
deseo aportar, a través de su historia, con el despertar y la apertura de la
sociedad humana, a fin de poder desplazarnos por ella sin problemas, sin temor.
Al final de la carta adjunto mi dirección, en caso de que su respuesta sea
afirmativa y se decida a visitarme. Agradecería infinitamente su colaboración
en este proyecto.
Se despide, cariñosa y respetuosamente,
La caligrafía de la carta era
extraña, un poco errática y desordenada, además, el sobre tenía un ligero olor
a amoniaco. De todas formas, Pucara decidió ir al encuentro del misterioso
emisor, pues hace tiempo tenía ganas de repasar su vida, y qué mejor forma de
hacerlo que a través de una entrevista que podía (y debía) derivar en un libro.
Hacer masivo el conocimiento de la existencia de los de su especie no era cosa
menor, pero al parecer la sociedad latinoamericana ya estaba lista para ello.
El fanatismo de algunos jóvenes (ahora viejos) llamados góticos o dark en el siglo
pasado abrió las puertas a la posibilidad. Aunque será inesperado que los
primeros vampiros no sean europeos, como tanto tiempo se pensó gracias a esa
literatura fruncida y edulcorada proveniente de aquellas latitudes o de sus
colonias. Rumania, Alemania, Francia, Nueva Orleans… no son más que
supercherías, piensa Pucara. Los vampiros nacieron en América, en Latinoamérica
para ser exactos, y él fue uno de los primeros. Tiempos silenciosamente
violentos lo vieron brotar desde las fuentes sacrificiales de Chavín de Huántar,
y tiempos violentos lo verán emerger desde el bullicio masivo del siglo XXI. Poco
ha crecido la humanidad espiritualmente. Entendible, quizás, a causa de su
esencia mortal. Corto es el tiempo que tienen para crecer y aprender.
Concepción 191, timbre 4, esa es la dirección. Pucara ya está allí, pero en la carta decía que debía esperar hasta las once de la noche, por razones que luego le explicaría su anfitrión. Se instala al frente del edificio, sentado en las escaleras de una puerta de principios del siglo XX, bastante deteriorada. Qué ciudad más malavenida, piensa el vampiro, aunque ha visto tantas ciudades surgir y caer que no debería sorprenderle. Sin embargo, siempre es triste el deterioro de lo material y lo cultural, cavila, como normalmente hace cuando está aburrido. Ya es tarde y el hambre comienza a corroer sus secas venas. Tal vez sea hora de un tentempié.
[continuará]
3 comentarios:
bonito espero que siga. C:
maese! espero con ansias la próxima entrega :)
Yo también quiero leer más
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