viernes, 9 de enero de 2015

2055: una odisea corporal (I Parte)

Despiertas. Estás dentro de una especie de tanque vital, nadando en caldos primarios que irrigan vida a tu organismo. No recuerdas cómo llegaste aquí, aunque en realidad te das cuenta que no importa. El espacio es reducido, pero lo exploras lentamente. Al girar te das cuenta que un cable une tu estómago con el tanque. Lo tomas en tus manos y comienzas a visualizar lo que está fuera de tu territorio: el mundo exterior. Al principio es difícil, hay mucha luz y esta te daña los ojos, poco acostumbrados a la luminosidad artificial del lugar en que te encuentras. Lentamente las formas se van definiendo, el firmamento es blanco, hay otros seres a tu alrededor, acostados, quejándose, durmiendo, observando una pantalla estruendosa y resplandeciente. Sin soltar el cable piensas en irte de allí y creas un efecto en el contenedor, que comienza a moverse. Descubres piernas, brazos, te levantas de la cama, te afirmas de los objetos que encuentras en tu camino y avanzas, cruzas un umbral, luego otro y ya estás fuera del edificio. Hace un día claro de cielo grisáceo como el piso que tus nuevos pies van aplanando ¿pero son tus pies? Sigues dentro del tanque y lo habías olvidado, al parecer te hiciste con el control del mismo. En la calle te inunda una extraña diversidad de colores, presente en las vestimentas y construcciones, así como en pantallas centelleantes. Como si eso no fuera suficiente para aturdirte, los chirriantes sonidos de la calle te desorientan al punto de atravesar descuidadamente una avenida y ser arrollado, sueltas el cable y vuelves a la seguridad del tanque, que se bambolea peligrosamente y te hace girar, golpeándote varias partes del cuerpo con su contorno, para finalmente perder el conocimiento.

Despiertas. Estás dentro de una especie de tanque vital, nadando en sintéticos caldos primarios que irrigan vida a tu organismo. Algo atontado dejas pasar los minutos mientras figuras borrosas se mueven de un lugar a otro en el exterior. De pronto recuerdas, buscas el cable y no lo encuentras, estás encerrado sin más remedio, comienzas a gritar. Las figuras se acercan a ti y reconoces las siluetas de seres como los que conociste en tu vida anterior. Sus voces son claras, aunque no las entiendes:


-¡Cómo llora, doctor! Pobre chiquillo. Ni siquiera estar listo para nacer y ya encontrarse solo en el mundo.

-Tampoco le esperaba un futuro muy prometedor, le recuerdo que la madre era drogadicta.
-Tengo entendido que vivía en una comunidad ecológica...
-Sólo formaba parte de un grupo de vagos, hijos de familias ricas con ínfulas de diversidad y ambientalismo. Una tropa de maniacos sexuales y toxicómanos, entregados a orgías diarias bajo los efectos del opio y psilocibes.
-Aún así, pobre guagua...
-Su loca madre tiene la culpa, intentó escapar y pagó el precio. Por la guagua no te preocupes, el Estado se encargará de su educación. Será un individuo útil para el desarrollo de nuestra sociedad.

Mientras las voces suben y bajan su frecuencia no dejas de gritar y lloriquear, te afirmas del vítreo contenedor que te alberga y éste explota en el acto, dirigiendo todas sus partes quebradas al pecho del hombre. La mujer que lo acompañaba, que ahora ves con claridad, grita desesperada, se acerca para tocarte, preocupada de tu bienestar, pero al palpar tu piel tu cuerpo se desvanece y te confundes, pues ahora estás mirando la camilla y buscando con tus manos algo que no está allí. Nuevamente controlas un cuerpo, y parte de la mente de su antigua dueña ha quedado contigo: ahora el lenguaje es tuyo. Logras comprender la conversación que hubo sobre ti y ello te permite decidir tu próxima acción: irás a la comunidad de la cual tu madre provenía.


[continuará]

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