Quiero poner por escrito
que el mañana no es un juego:
hay que avanzar tranquilo,
levantarse cuando un fino
hilo de luz invada el templo,
donde por vez postrera,
la angustia y el agobio
han hecho su fiesta.
Encaminarse a la ventana,
alborotar los cielos de ideas,
fijas, vagas, radiantes.
Cantar contra la tiranía
del olvido y la rutina,
animarse,
rebelarse,
y dejar que el día arranque,
deslizarme,
salir del estanque.
Vibrar con cada hebra,
madurarme.
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